miércoles, 1 de junio de 2011

El Lobo y la Luna



"En un tiempo perdido, la luna era siempre redonda y lejana, atada detrás del cielo y colgada de la nada entre vacíos. Miraba el mundo a sus pies coronada de plata y olvido. Y estaba bien mirando en la distancia. Pero una noche, distraída, se acercó demasiado a la Tierra y se le enredaron los dedos en las ramas de un árbol. Cayó de pie sobre la hierba y de repente le salió al paso una sombra oscura: pelo crespo, ojos negros y una sonrisa lobuna. Cabriolas de luz de luna enmarañada de lobo jugando entre arbustos y colinas. Aullidos y risas y rumor de estrellas entre las hojas. Pero todo lo que empieza acaba y el lobo volvió al bosque y la luna al cielo. Cuenta la leyenda que antes de separarse, la luna le robó al lobo su sombra para vestirse de noche el rostro y recordar el aroma de bosque. Y que desde entonces el lobo le aúlla a la luna llena que le devuelva su sombra..."

- Eso no lo has escrito tú, ¿verdad?
- No, lo leí por ahí de casualidad... ¿tanto se nota?
- Claro. Tu estilo es distinto, lo habrías expresado de otro modo.
- La historia también habría sido distinta.
- ¿Distinta, cómo? Cuéntamela.
- Muy bien, ésta sería mi historia:

En un tiempo perdido...No, en realidad.... Volveré a empezar:

No hace mucho tiempo un lobo recorría los bosques. Ésa era su ocupación, correr buscando algo sin encontrar nada, sin saber que buscaba. Conocía todos los árboles y arbustos de su bosque, todos los animales, aunque de vez en cuando aparecía alguno nuevo. Otros se iban. En ocasiones, carmenando su bosque sombrío, vislumbraba un  destello de luz. Una noche, un rayo se coló entra las hojas y alcanzó su ojo. Fue efímero y enseguida volvió a su búsqueda inconsciente, siguió corriendo una y otra vez por los mismos sitios y olvidó ese fino haz de luz. Un tiempo después, volvió a verlo, pero esa vez, decidió seguirlo y le condujo a un pequeño claro que desconocía, bañado por la luz. Se decidió, por una vez, a alzar el hocico, dejar de buscar y mirar el cielo. Y allí estaba la luna, grande, hermosa, brillante. Se sentó y empezó a hablar con ella. Tenía una nueva amiga en el bosque. De repente, las noches cambiaron y el lobo ya no buscaba nada más que aquel claro en el que relucía la luna, y se sentaban y hablaban durante horas. Pero la luna estaba lejos, y el lobo quería que se acercara, para verla, para conocerla mejor. Ella era reticente pero poco a poco, noche tras noche, se fue acercando. Pero pronto el lobo se dio cuenta de que necesitaba algo más. Necesitaba que la luna bajara y le acariciara, simplemente que le rozara, no pedía más. Una prueba de que era real. Y parecía que la luna quería bajar, pero no lo hizo. El Tiempo se les echó encima, y la luna desapareció con los primeros rayos de sol. Tal vez se arrepintiera de haber descendido tanto. Tal vez pensaba que el lobo era demasiado joven para ella, que había visto nacer el mundo. Y se alejó con la promesa de no volver a acercarse. Fue entonces cuando el lobo descubrió la sombra que proyectaba gracias a la luna, cada vez más tenue. Pero seguía ahí, y desde entonces, el lobo sólo puede ir al claro y aullar al cielo deseando que vuelva la luna, aun con su promesa presente. Porque ella se había ido sin demostrarle que era real."

- ¿Y la luna?
- ¿Qué pasa con la luna?
- No hablas de ella, no explicas qué es lo que pensaba.
- Claro, aquí cada cual aporta su parte de la historia. El lobo nunca supo lo que pensaba la luna. Demasiado cobarde como para preguntar, se escondió entre las sombras de su bosque. Si quieres saberlo, pregúntale a ella. Es la única que contará esa historia. Si quiere.
- Seguro que es una historia preciosa.
- ¿Preciosa? Tal vez, no creo. Pero aun así me gustaría conocerla.

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